Vivimos en un mundo globalizado de modo que lo que ocurre en un país
afecta al resto. Este proceso de globalización se ha acelerado fundamentalmente
debido a los avances logrados en las tecnologías de la información y de la
comunicación y a la especial atención que se presta al desarrollo humano
sostenible.
Sin embargo, los niveles de pobreza extrema y las injusticias que
existen todavía en muchos lugares del mundo, hacen necesario incrementar la
solidaridad internacional y ello, sin duda alguna, pasa por crear conciencia y
unir esfuerzos, eliminando actitudes discriminatorias. Se trata de construir un
mundo donde predominen la justicia y la solidaridad.
En 1974, la UNESCO instó a Estados y Organizaciones del ámbito
educativo a considerar la educación como un proceso fundamental para los
problemas de supervivencia y bienestar de la humanidad y a adoptar las medidas
de cooperación necesarias.
La Educación para el Desarrollo es esencial para tomar conciencia
sobre esta responsabilidad común en el proceso del desarrollo humano y
sostenible e imprescindible para que la sociedad se conciencie de que la
erradicación de la pobreza y la exclusión y el compromiso por la promoción del
desarrollo de los pueblos exigen un cambio en los modelos de desarrollo del
llamado primer mundo.
La Educación para el Desarrollo facilita la comprensión de este mundo
globalizado, provoca una actitud crítica y comprometida con la realidad, genera
compromiso y corresponsabilidad en la lucha contra la pobreza, fomenta
actitudes y valores en la ciudadanía. (“Piensa globalmente, actúa localmente”).
Cada uno de nosotros, dondequiera que vivamos, formamos parte de esta
sociedad global y somos responsables en la lucha contra la exclusión y la
discriminación, que son el origen de las desigualdades e injusticias. Cuando
una sociedad actúa excluyendo grupos y personas, está perdiendo oportunidades
como conjunto.
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